Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 28 de octubre de 2016

La ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo


“La ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo. Pero, ¿dónde está Dios? ¿Lo conocemos y lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para fundar una verdadera paz? Resumamos ante todo brevemente las reflexiones que hemos hecho hasta ahora. He dicho que hay una concepción y un uso de la religión por la que esta se convierte en fuente de violencia, mientras que la orientación del hombre hacia Dios, vivido rectamente, es una fuerza de paz. En este contexto me he referido a la necesidad del diálogo, y he hablado de la purificación, siempre necesaria, de la religión vivida. Por otro lado, he afirmado que la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia.

Junto a estas dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: «No existe ningún Dios». Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros podemos y debemos vivir en función de ella. Pero también llaman en causa a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a nosotros creyentes, a todos los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios –el verdadero Dios– se haga accesible. Por eso he invitado de propósito a representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís, que no sólo reúne representantes de instituciones religiosas. Se trata más bien del estar juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia destructora del derecho. Para concluir, quisiera aseguraros que la Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo. Estamos animados por el deseo común de ser «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz».”


jueves, 27 de octubre de 2016

30 años de la Jornada Mundial de Oración por la paz en Asis.



JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LA PAZ
con la participación de jefes y representantes de las Iglesias cristianas y de las Religiones de todo el mundo invitados por el Santo Padre Juan Pablo II
(Asís, 27 de octubre de 1986)


Un don de Dios en Jesucristo
“Nuestra fe nos enseña que la paz es un don de Dios en Jesucristo; un don que ha de expresarse en la oración a Aquel que tiene en sus manos los destinos de los pueblos. Lo que nosotros estamos haciendo hoy representa otro eslabón en la cadena de oraciones por la paz forjada por los cristianos individualmente y también por las Iglesias cristianas y las Comunidades eclesiales; un movimiento que en los últimos años ha ido creciendo con fuerza en muchas partes del mundo. Nuestra oración común expresa y manifiesta la paz que reina en nuestros corazones, ya que como discípulos de Cristo hemos sido enviados al mundo para proclamar la paz y para llevarle este don «de Dios, el cual nos ha reconciliado consigo por Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación» (2 Cor 5,18). Como discípulos de Cristo, tenemos la obligación especial de trabajar para llevar al mundo la paz del Señor.
En cuanto cristianos nosotros podemos reunirnos en esta ocasión bajo el impulso del Espíritu Santo que lleva a los seguidores de Jesucristo a participar plenamente en la vida del Padre y del Hijo, esto es, en la comunión de toda la Iglesia. La misma Iglesia es llamada a ser signo eficaz e instrumento de reconciliación y de paz para toda la familia humana. A pesar de las serias cuestiones que aún nos dividen, nuestro actual grado de unión en Cristo es, sin embargo, para el mundo un signo de que Jesucristo es verdaderamente el Príncipe de la Paz. Por medio de las iniciativas ecuménicas Dios nos abre nuevas posibilidades de entendimiento y de reconciliación para que nosotros podamos ser instrumentos más idóneos en favor de la paz. Lo que estamos realizando aquí hoy sería algo incompleto si nos fuéramos sin una profunda resolución de comprometernos para continuar la búsqueda de la unidad total y para superar las serias divisiones que aún persisten. Esta resolución nos compromete como individuos y como comunidades.”

(texto tomado de la pagina Franciscanos.orgAlocución del papa Juan Pablo II durante la plegaria ecuménica )
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martes, 25 de octubre de 2016

El horror, el santo y nuestros días (2 de 4)

Auschwitz/Oswiecim -  Maximiliano Kolbe  



Traducido de Rocco Buttiglione:  KAROL WOJTYLA – The thought of the man who became Pope por (William B. Erdman Publishing Co. 1997)

“Adorno le adjudica esta imagen al sobreviviente judío, que fácilmente podría aplicarse a la raza aria y relacionar el destino de las victimas con el de los asesinos. (13) Cuando la fuerza es enteramente disociada de la justicia, el homo sapiens no logra reivindicar elevarse mas allá de la mera animalidad alegando su capacidad de acceder a un orden superior de valores.  
La pregunta de Adorno – si aun es posible hacer filosofía después de Auschwitz, básicamente si aun es posible ser humano – no ha encontrado respuesta en la cultura contemporánea.  Sin embargo ha sido encarada por Juan Pablo II, primero implícitamente en su encíclica  RedemptorHominis,  y  explícitamente en su homilía en la Misa celebrada en la explanada de Brzezinska el 7 de junio de 1979. Esta homilía esta centrada en una figura fascinante que gozara de gran prestigio en la vida eclesiástica y cultural polaca antes de la guerra. El padre Kolbe, encarcelado en el campo de exterminio fue consuelo y ayuda constante para sus compañeros, un recordatorio viviente de su dignidad humana, violada en ese lugar.  Durante una represalia Kolbe se ofreció a ir a la cámara de gas en reemplazo de un compañero, padre de familia números, aceptando el desafío de ser condenado a morir de hambre.  Karol Wojtyla siempre practico  gran devoción por   San Maximiliano M. Kolbe.  Para Juan Pablo II fue el modelo de estos tiempos difíciles, no solamente por su propia estatura espiritual, sino también por el significado particular que, en la Providencia de Dios, asume su sacrificio.  Porque es en ello que radica la respuesta a la fundamental pregunta filosófica: Si es posible y cómo ser humano después del horror de la guerra.  Esta respuesta no es fruto de una reflexión abstracta sucede a un hecho y busca neutralizar la memoria del sufrimiento, sino que es una respuesta cuyo testigo ha sido sellado con sangre.
Desde el comienzo, en su homilía dedicada la figura del padre Kolbe, Juan Pablo II acoge la opinión de Adorno en el significado de Auschwitz de nuestra época, pero lo revierte. El comienza así:

“...Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Jn 5, 4)
Estas palabras de la Carta de San Juan me vienen a la mente y me llegan al corazón, cuando me encuentro, junto con vosotros, en este lugar donde se ha llevado a cabo una particular victoria del ser humano mediante la fe. Por la fe que hace nacer el amor de Dios y del prójimo, el único amor, el amor supremo que está dispuesto a “dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 13; cf. 10, 11). Una victoria pues por el amor que hace viva la fe hasta el extremo del último y definitivo testimonio…..La victoria mediante la fe y el amor la consiguió este hombre en este lugar, construido para la negación de la fe –de la fe en Dios y de la fe en el hombre– y para aplastar radicalmente no sólo el amor, sino todos los signos de la dignidad humana, de la humanidad. En este lugar del terrible estrago……el P. Maximiliano Kolbe, ofreciéndose voluntariamente a sí mismo a la muerte, en el búnker del hambre, por un hermano, consiguió una victoria espiritual, similar a la del mismo Cristo.”


(13)  Adorno:  Negative dialects, pp 327-28)

lunes, 24 de octubre de 2016

El horror, el santo y nuestros días (1 de 4)

Traducido de Rocco Buttiglione:  KAROL WOJTYLA – The thought of the man who became Pope por (William B. Erdman Publishing Co. 1997)

(fotografia de Auschwitz.org)  


Auschwitz/Oswiecim -  Maximiliano Kolbe   

“El campo de concentraciòn de Oswiecim, el pueblo polaco que los alemanes llamaron Auschwitz , es el símbolo más potente del horror de la guerra por un lado,  y por otro la culminación de la cultura del inmanentismo. En un universo que expulsa a Dios,  el respeto al hombre es nulo.  El hombre se torna un simple objeto, similar a otros objetos naturales, a merced de la voluntad de poder de otros hombres. Así cualquiera, acorde a su propio proyecto de vida, trata a otros como si fuese una herramienta.   De esta manera cualquier hombre se transforma en objeto del proyecto de otros hombres y  la vida social se convierte en un escenario de instrumentalización reciproca donde triunfa el principio darwiniano de “supervivencia del más apto”. (que Spencer aplicó a la especie humana). El hecho de que el mismo error que testimonia Auschwitz haya sido reproducido en un entorno político radicalmente diferente, muestra como la gran división que atraviesa la historia contemporánea – aquella que se opone radicalmente a  matanzas y victimas -  influencia nuestra manera de pensar acerca de los seres humanos.    La antítesis radica en la posición de aquellos que  - aunque persiguieran su propio interés - aun respetan cierta medida de verdad y justicia,  y aquellos que no aceptan límites en su carrera hacia el poder.
El horror de Auschwitz es tan inmenso que necesariamente debe tener un significado filosófico. No se trata solo del número de víctimas y de su horrenda manera de morir.  Auschwitz es el símbolo de la humillación del hombre que, bajo diferentes (aunque no menos emblemáticas) formas, no cesa de repetirse en nuestro tiempo.  Se nutre de una profunda desviación espiritual, que debemos comprender en sus raíces si queremos ponerle fin a la barbarie.
Nadie ha enfrentado estas cuestiones más frecuente y profundamente que Theodore Adorno. El se pregunta si después de Auschwitz aun es posible escribir poesía o filosofía. Porque el mundo al cual pertenece Auschwitz es un mundo sin alma, y las actividades espirituales que perduran solo sirven para equiparlo con una apariencia de legitimidad que contradice vergonzosamente su realidad. Si la II Guerra Mundial marca la catástrofe del inmanentismo ético, es precisamente en Auschwtiz donde el dogma fundamental de la filosofía de la historia, la manifestación paralela de justicia y fuerza, se contradice de la manera más cruenta.  Y la victoria militar de los Aliados no alcanza para refutar este juicio. Uno de los principales vencedores en la guerra mantuvo en su propio país un sistema Gulag a la altura de un comandante de campo Nazi.  Mas aun a fin de obtener la victoria, las fuerzas Aliadas causaron la muerte de cientos de miles de inocentes en Hiroshima y Nagasaki.  Mas alla de cierto nivel parecería que la fuerza casi inevitablemente se separa de la justicia.(1) La historia humana, una vez orientada hacia un progreso definitivo, se enfrenta con la amenaza de la destrucción.  Aunque no haya golpeado todas las ciudades y destruido vidas humanas, arrasó con los valores y la conciencia que debiera animar aquellas vidas.  El drama del hombre moderno consiste en haber sobrevivido físicamente su propia extinción espiritual.”
  
(1)   Simone Weil, citando a Homero, dice que “la justicia vuela de los vencedores” .   


sábado, 22 de octubre de 2016

«¡No tengan miedo!


¡Abran de par en par las puertas a Cristo!»
“Recordando a San Juan Pablo II en el día de su memoria litúrgica, el 22 de octubre, el Papa Francisco  evocó, en su audiencia jubilar, a su santo predecesor en la Cátedra de Pedro. Y, con entrañable afecto en especial en sus palabras a los polacos, hizo resonar para los hombres de todo el mundo la exhortación de Karol Wojtyla al comenzar su pontificado.
En su cordial saludo a la peregrinación nacional de Polonia, el Papa Bergoglio, recordó asimismo su viaje a Cracovia para la JMJ 2016

«Queridos hermanos y hermanas : han llegado aquí, en peregrinación nacional para agradecer a Dios por el Bautismo que su pueblo recibió hace 1050 años, así como por todo el bien que ha nacido en los corazones de los jóvenes de todo el mundo, durante el inolvidable encuentro en Cracovia. Me uno a ustedes en este agradecimiento. Me siento inmensamente agradecido a Dios que me ha permitido conocer su nación, la patria de San Juan Pablo II, donde pude visitar el Santuario de Jasna Gora, el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia y el Centro Juan Pablo II ‘No tengan miedo’.
A Aquel que se identifica sobre todo en cada hombre humillado y que sufre, le agradezco por el silencio que me fue concedido en el lugar del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. ¡En este silencio el mensaje de la misericordia asume una importancia inaudita!».
Luego en su emocionado recuerdo, el Papa Francisco repitió en la Plaza de San Pedro la exhortación al mundo de San Juan Pablo II, el 22 de octubre de 1978:

«Queridos hermanos y hermanas,
Hace exactamente treinta y ocho años, casi a esta hora, en esta Plaza resonaban las palabras dirigidas a los hombres de todo el mundo: ¡No tengan miedo!... Abran, aún más abran de par en par las puertas a Cristo. Estas palabras las pronunció al comienzo de su pontificado, Juan Pablo II, Papa de profunda espiritualidad, plasmada por la milenaria herencia de la historia y de la cultura polaca transmitida en el espíritu de fe, de generación en generación. Esta herencia era para él fuente de esperanza, de poder y de coraje, con que exhortaba al mundo a abrir las puertas a Cristo. Esta invitación se transformó en una incesante proclamación del Evangelio de la misericordia para el mundo y para el hombre, cuya continuación es este Año Jubilar.
Hoy anhelo desearles que el Señor les dé la gracia de cuidar y perseverar en la fe, esperanza y amor que han recibido de sus antepasados. Que en sus mentes y corazones resuene siempre el llamado de su gran compatriota a despertar en ustedes la fantasía de la misericordia, para que puedan brindar el testimonio del amor de Dios a todos los que lo necesitan.
Les pido que me recuerden en sus oraciones ¡Los bendigo de corazón! ¡Alabado sea Jesucristo!»
La enseñanza y ejemplo de San Juan Pablo II también en su bienvenida a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:
«Hoy es la memoria litúrgica de San Juan Pablo II. Que su coherente testimonio de fe sea una enseñanza para ustedes, queridos jóvenes, para afrontar los desafíos de la vida. A la luz de su ejemplo, queridos enfermos, abracen con esperanza la cruz de la enfermedad. Invoquen su celestial intercesión, queridos recién casados, para que nunca falte el amor en su nueva familia».
En la víspera de la Jornada Mundial de las Misiones el Papa Francisco exhortó a todos a «acompañar con la oración y con ayuda concreta la acción evangelizadora de la Iglesia en los territorios de misión».

(Radio Vaticana - CdM – RV)

viernes, 21 de octubre de 2016

Octubre 22 memoria litúrgica de San Juan Pablo II – brevísima biografía


“Abrid las puertas a Cristo”  urgió Juan Pablo II en su homilía de la Misa en el inicio de su pontificado en 1978. 

Nacido en Wadowice, Polonia, Karol Jozef Wojtyła perdió a su madre, a su padre y a su hermano mayor antes de sus 21 años. Su promisoria carrera académica en la Universidad Jaguelonica de Cracovia fue interrumpida al comenzar la II Guerra Mundial. Al tiempo que trabajaba en una cantera y en una industria química, ingresó en un seminario clandestino en Cracovia. Fue ordenado en 1946, e inmediatamente enviado a Roma. Allí obtuvo el doctorado en teología.
Regresado a Polonia, ejerció como capellán un periodo breve en una parroquia rural, servicio que  precedió a su fructífera capellanía dedicada a estudiantes universitarios.
Al poco tiempo obtuvo el doctorado en filosofía y comenzó a enseñar la materia en la Universidad polaca de Lublin. 
EL gobierno comunista permitió que fuese nombrado obispo auxiliar de Cracovia en 1958, considerándolo irrelevante intelectualmente. No podrían haber cometido peor  peor!
Karol participo en cuatro sesiones del Vaticano II y contribuyo activamente a la Constitución Pastoral para la Iglesia en el Mundo Moderno. Nombrado arzobispo de Cracovia en 1964, fue creado cardenal tres años más tarde.

Fue elegido Papa en octubre de 1978 adoptando el nombre de su predecesor inmediato. El Papa Juan Pablo II fue el primer papa no italiano en 455 años. Realizo visitas pastorales a 124 países, incluyendo países con poblaciones cristianas muy reducidas.
Promovió iniciativas ecuménicas e interreligiosas, especialmente el Día de Oración por la Paz en Asís, en 1986.  Visito la Sinagoga principal en Roma y la pared occidental de Jerusalén; estableció relaciones diplomáticas entre la Santa Sede e Israel.  Mejoro las relaciones católico-musulmanas y en 2001 visito la mezquita en Damasco, Siria.
El gran Jubileo del año 2000, fue un acontecimiento clave en el ministerio de Juan Pablo II,  marcado por celebraciones especiales para católicos y otros cristianos en Roma y en otras partes del mundo

Durante su pontificado mejoraron también las relaciones con las Iglesias ortodoxas.
“Cristo es el centro del universo y de la historia humana” reza el comienzo de su encíclica de 1979: Redentor del hombre
En 1995 se describió a si mismo en la Asamblea General de las Naciones Unidas como “testigo de esperanza”.
Su visita de 1979 a Polonia alentó el crecimiento del movimiento Solidaridad y el colapso del comunismo en Europa del Este y central 10 años mas tarde.  Creó las Jornadas Mundiales de la Juventud y viajo a varios países para esas celebraciones.  Hubiese querido visitar China y la Unión Soviética pero los gobiernos de esos países lo impidieron.
Una de las fotografías más notables de su pontificado corresponde a su conversación cara a cara con Mehmet Ali Agca, quien había intentado asesinarlo dos años antes.
En su pontificado de 27 años, Juan Pablo II escribió 14 encíclicas y cinco libros, canonizo a 482 santos y beatifico a 1338 personas.
Los últimos años de su vida sufrió del mal de Parkinson y se vio forzado a renunciar a algunas de sus actividades habituales.
El Papa Benedicto XVI lo beatificó en 2011 y el Papa Francisco lo canonizó en 2014.

(traducido del FB del Santuario San Juan Pablo II de Cracovia)


domingo, 16 de octubre de 2016

16 de octubre 1978 “confianza en Maria Santisima”


“He sentido miedo al recibir esta designación, pero lo he hecho con espíritu de obediencia a Nuestro Señor Jesucristo y con confianza plena en su Madre María Santísima.”

sábado, 15 de octubre de 2016

El misterio de la maternidad

FELIZ DIA A TODAS LAS MADRES!




“La maternidad de la mujer, en el período comprendido entre la concepción y el nacimiento del niño, es un proceso biofisiológico y psíquico que hoy día se conoce mejor que en tiempos pasados y que es objeto de profundos estudios. El análisis científico confirma plenamente que la misma constitución física de la mujer y su organismo tienen una disposición natural para la maternidad, es decir, para la concepción, gestación y parto del niño, como fruto de la unión matrimonial con el hombre. Al mismo tiempo, todo esto corresponde también a la estructura psíquico-física de la mujer. Todo lo que las diversas ramas de la ciencia dicen sobre esta materia es importante y útil, a condición de que no se limiten a una interpretación exclusivamente biofisiológica de la mujer y de la maternidad. Una imagen así «empequeñecida» estaría a la misma altura de la concepción materialista del hombre y del mundo. En tal caso se habría perdido lo que verdaderamente es esencial: la maternidad, como hecho y fenómeno humano, tiene su explicación plena en base a la verdad sobre la persona. La maternidad está unida a la estructura personal del ser mujer y a la dimensión personal del don: «He adquirido un varón con el favor de Yahveh» (Gén 4, 1). El Creador concede a los padres el don de un hijo. Por parte de la mujer, este hecho está unido de modo especial a «un don sincero de sí». Las palabras de María en la Anunciación «hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38) significan la disponibilidad de la mujer al don de sí, y a la aceptación de la nueva vida.
En la maternidad de la mujer, unida a la paternidad del hombre, se refleja el eterno misterio del engendrar que existe en Dios mismo, uno y trino (cf. Ef 3, 14-15). El humano engendrar es común al hombre y a la mujer. Y si la mujer, guiada por el amor hacia su marido, dice: «te he dado un hijo», sus palabras significan al mismo tiempo: «este es nuestro hijo». Sin embargo, aunque los dos sean padres de su niño, la maternidad de la mujer constituye una «parte» especial de este ser padres en común, así como la parte más cualificada. Aunque el hecho de ser padres pertenece a los dos, es una realidad más profunda en la mujer, especialmente en el período prenatal. La mujer es «la que paga» directamente por este común engendrar, que absorbe literalmente las energías de su cuerpo y de su alma. Por consiguiente, es necesario que el hombre sea plenamente consciente de que en este ser padres en común, él contrae una deuda especial con la mujer. Ningún programa de «igualdad de derechos» del hombre y de la mujer es válido si no se tiene en cuenta esto de un modo totalmente esencial.
La maternidad conlleva una comunión especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer. La madre admira este misterio y con intuición singular «comprende» lo que lleva en su interior. A la luz del «principio» la madre acepta y ama al hijo que lleva en su seno como una persona. Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando crea a su vez una actitud hacia el hombre —no sólo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en general—, que caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer. Comúnmente se piensa que la mujer es más capaz que el hombre de dirigir su atención hacia la persona concreta y que la maternidad desarrolla todavía más esta disposición. El hombre, no obstante toda su participación en el ser padre, se encuentra siempre «fuera» del proceso de gestación y nacimiento del niño y debe, en tantos aspectos, conocer por la madre su propia «paternidad». Podríamos decir que esto forma parte del normal mecanismo humano de ser padres, incluso cuando se trata de las etapas sucesivas al nacimiento del niño, especialmente al comienzo. La educación del hijo —entendida globalmente— debería abarcar en sí la doble aportación de los padres: la materna y la paterna. Sin embargo, la contribución materna es decisiva y básica para la nueva personalidad humana.”


sábado, 8 de octubre de 2016

Jubileo Mariano – La Madre que muestra el camino


El evento jubilar mariano  del Año de la Misericordia comenzado ayer 7 de octubre con la Solemne Celebración Eucarística en la Basílica de Santa María la Mayor culminará el próximo domingo, con la Santa Misa presidida por el Santo Padre en la Plaza de San Pedro.

“Por muchos aspectos – decía el Santo Padre en su homilía - , la oración del Rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia. Los misterios que contemplamos son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, volvemos a ver su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida. María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre. Ella es en verdad la Odigitria, la Madre que muestra el camino que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús. En cada misterio del Rosario la sentimos cercana a nosotros y la contemplamos como la primera discípula de su Hijo, la que cumple la voluntad del Padre (cf. Mc 3,31-35; Mt 12,46-50; Lc 8,19-21)
La oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo. Cada vez que contemplamos un momento, un misterio de la vida de Cristo, estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida, para luego acogerlo y seguirlo. Descubrimos así el camino que nos lleva a seguir a Cristo en el servicio a los hermanos. Cuando acogemos y asimilamos dentro de nosotros algunos acontecimientos destacados de la vida de Jesús, participamos de su obra de evangelización para que el Reino de Dios crezca y se difunda en el mundo. Somos discípulos, pero también somos misioneros y portadores de Cristo allí donde él nos pide estar presentes. Por tanto, no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros. Por el contrario, estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia. Es la alegría del compartir que no se detiene ante nada, porque conlleva un anuncio de liberación y de salvación.

(Papa Francisco leer texto de la homilía completa en Radio Vaticana) 

Librito de la Santa Misa que será celebrada por el Santo Padre Francisco mañana domingo 10  de octubre


viernes, 7 de octubre de 2016

El Santo Rosario


El Rosario está compuesto por veinte "misterios" (acontecimientos, momentos significativos) de la vida de Jesús y de María, divididos desde la publicación de la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, en cuatro "rosarios".
El primer "rosario" comprende los misterios gozosos (lunes y sábado), el segundo los luminosos (jueves), el tercero los dolorosos (martes y viernes) y el cuarto losgloriosos (miércoles y domingo).
«Esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la meditación personal y comunitaria, según las exigencias espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias litúrgicas que pueden sugerir oportunas adaptaciones» (Rosarium Virginis Mariae, n. 38).

Para favorecer el itinerario meditativo-contemplativo del Rosario, en cada "misterio" se citan dos textos de referencia: el primero de la Sagrada Escritura, el segundo del Catecismo de la Iglesia Católica.

(de la pagina web de la Santa Sede - en este sitio todo sobre el Santo Rosario - como rezarlo, documentos de los pontífices y reflexiones sobre la Carta Apostólica de Juan Pablo II Rosarium Virginis Marie)

lunes, 3 de octubre de 2016

Maria, Madre de misericordia


“María es Madre de misericordia porque Jesucristo, su Hijo, es enviado por el Padre como revelación de la misericordia de Dios (cf.Jn 3, 16-18). Él ha venido no para condenar sino para perdonar, para derramar misericordia (cf. Mt 9, 13). Y la misericordia mayor radica en su estar en medio de nosotros y en la llamada que nos ha dirigido para encontrarlo y proclamarlo, junto con Pedro, como «el Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16). Ningún pecado del hombre puede cancelar la misericordia de Dios, ni impedirle poner en acto toda su fuerza victoriosa, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor del Padre que, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo 181: su misericordia para nosotros es redención. Esta misericordia alcanza la plenitud con el don del Espíritu Santo, que genera y exige la vida nueva. Por numerosos y grandes que sean los obstáculos opuestos por la fragilidad y el pecado del hombre, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104, 30), posibilita el milagro del cumplimiento perfecto del bien. Esta renovación, que capacita para hacer lo que es bueno, noble, bello, grato a Dios y conforme a su voluntad, es en cierto sentido el colofón del don de la misericordia, que libera de la esclavitud del mal y da la fuerza para no volver a pecar. Mediante el don de la vida nueva, Jesús nos hace partícipes de su amor y nos conduce al Padre en el Espíritu.
Esta es la consoladora certeza de la fe cristiana, a la cual debe su profunda humanidad y su extraordinaria sencillez. A veces, en las discusiones sobre los nuevos y complejos problemas morales, puede parecer como si la moral cristiana fuese en sí misma demasiado difícil: ardua para ser comprendida y casi imposible de practicarse. Esto es falso, porque —en términos de sencillez evangélica— consiste fundamentalmente en el seguimiento de Jesucristo, en el abandonarse a él, en el dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión de su Iglesia. «Quien quiera vivir —nos recuerda san Agustín—, tiene en donde vivir, tiene de donde vivir. Que se acerque, que crea, que se deje incorporar para ser vivificado. No rehuya la compañía de los miembros» 182. Con la luz del Espíritu, cualquier persona puede entenderlo, incluso la menos erudita, sobre todo quien sabe conservar un «corazón entero» (Sal 86, 11). Por otra parte, esta sencillez evangélica no exime de afrontar la complejidad de la realidad, pero puede conducir a su comprensión más verdadera porque el seguimiento de Cristo clarificará progresivamente las características de la auténtica moralidad cristiana y dará, al mismo tiempo, la fuerza vital para su realización. Vigilar para que el dinamismo del seguimiento de Cristo se desarrolle de modo orgánico, sin que sean falsificadas o soslayadas sus exigencias morales —con todas las consecuencias que ello comporta— es tarea del Magisterio de la Iglesia. Quien ama a Cristo observa sus mandamientos (cf. Jn 14, 15).

María es también Madre de misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad. A los pies de la cruz, cuando acepta a Juan como hijo; cuando, junto con Cristo, pide al Padre el perdón para los que no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34), María, con perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y la capacita para abrazar a todo el género humano. De este modo, se nos entrega como Madre de todos y de cada uno de nosotros. Se convierte en la Madre que nos alcanza la misericordia divina.”

(de la Encìclica Veritatis Splendor de San Juan Pablo II)